La Fiesta del Chamamé se celebra en la ciudad de Corrientes, específicamente en el Anfiteatro Cocomarola y en el Puente Pexoa, donde cada año durante 5 noches de enero suena y se baila el chamamé.
Al calor de las guitarras, los acordeones y el vibrante sapucay, esta fiesta propone diez noches de baile y canto, durante la segunda quincena de enero, al compás del chamamé. Visitantes provenientes de distintos puntos de la Argentina, incluso de países vecinos, disfrutan de esas noches de manga corta en las que la cálida tierra correntina saca a relucir su magia.
La Fiesta Nacional del Chamamé se celebró por primera vez el 6 de septiembre de 1985 en el Estadio Club Sportivo Juventus de Corrientes, y marcó un punto de partida para que esta celebración popular se transformara en uno los principales festivales folclóricos del país y el mayor del género en el mundo. En aquella oportunidad fueron tres noches mágicas que quedaron grabadas en la memoria de los asistentes. El evento creció en audiencia año a año hasta convertirse en la actualidad en un escenario indiscutido que congrega a las principales figuras del género, ya sea consagradas o en ascenso, y que por ser uno de los de mayor convocatoria ya forma parte de nuestra identidad cultural.
El chamamé se configura como género a partir de expresiones musicales que tienen sus raíces en los antiguos pueblos originarios de la región. Con origen en la comunidad guaraní, influenciado luego por rasgos culturales de las misiones jesuitas, y con una marcada influencia alemana que se encuentra expresada en la utilización del acordeón, este ritmo simboliza la integración de diversos pueblos en el plano musical.
La ciudad de Corrientes, sede de la fiesta y cuna del pueblo guaraní, fue fundada en 1588 por Juan Torres de Vera y Aragón, conquistador español por el cual decidieron rebautizar estas tierras como “Ciudad de Vera”. Un siglo más tarde, si bien nunca figuró en los registros oficiales, se la llamó “San Juan de Vera de las Siete Corrientes” debido a que, por un lado, San Juan Bautista fue uno de los santos escogidos para proteger la ciudad y, por el otro, debido a la peculiar geografía de su costa, que presenta siete puntas de piedra o penínsulas que penetran en el río y provocan fuertes corrientes. Pero el nombre guaraní de Corrientes es Taragüí, y tiene su origen en las características lagartijas que abundaban en los peñascos y riberas de la zona. Su privilegiada ubicación, así como la elevación del terreno, que a diferencia de la vecina Resistencia la protege de las inundaciones, la convirtió en una plaza importante durante la época colonial.
El vocablo chamamé rescata una tradición de los guaraníes que tiene que ver con la danza y la musicalidad, y ha sobrevivido a todos aquellos intentos por eliminar los vestigios de la identidad de este pueblo originario. Con el regreso de la democracia, el chamamé comenzó a tomar una nueva impronta y, de la mano de Antonio Tarragó Ros (hijo), rebrotó con brío en las capas populares argentinas. De esta forma, la expresión musical litoraleña caló profundo en las nuevas generaciones y rompió el clima de adormecimiento cultural, y de miedo a determinadas expresiones artísticas de nuestra identidad, que había impuesto la dictadura cívico militar de la década del 70. El chamamé, género musical bailable del litoral argentino, se escucha fundamentalmente en las provincias de Corrientes, Entre Ríos, centro-este de Formosa, Santa Fe, Chaco y Misiones. También es fuerte en el norte santiagueño. Y más allá de las fronteras de Argentina, suena en Bolivia, Paraguay, sur de Brasil y de Chile y en parte de Uruguay.
El chamamé fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco el 16 de diciembre de 2020.